La educación no puede seguir dirigida a la mera transmisión de conocimientos y de información, sino a desarrollar la capacidad de producirlos y utilizarlos. Este cambio está a la base de las actuales tendencias reformistas pero parece no encarnar en la práctica cotidiana docente, por lo que hay que poner acento a los fenómenos metacurriculares. Eso puede ser posible en la medida que las prácticas de calidad se socialicen.
martes, 10 de noviembre de 2009
NO NOS ASUMIMOS COMO SUJETOS HISTÓRICOS – FALTAN LAS NARRATIVAS
miércoles, 16 de septiembre de 2009
sobre la autonomía en la escuela...
Autonomía.
“… por mi cuenta y riesgo decidí preparar un plan que pasé a la dirección del Centro para que se estudiara. Se estudió por parte de la dirección, se estudió por parte de la comisión pedagógica, se aprobó, y es lo que este año ha constituido el plan de formación del profesorado en nuestro Centro, al que prácticamente la mitad del claustro se ha apuntado y que creo que ha sido un éxito. El otro día lo evaluamos y la gente está bastante contenta y no solamente eso, sino que se ha decidido que para el curso próximo continuaremos con este plan de formación a otro nivel” (Alonso).
Es la actitud emancipatoria de los profesores cuya convicción, producto de la reflexión crítica, posibilita su iniciativa para proponer alternativas pedagógicas, tomar decisiones, defenderlas y ser fiel a los principios que proclaman para provocar el cambio en su entorno. Muchos hablan de autonomía, pero al final resulta ser, como afirma Contreras, nada más que un slogan que se desgasta y vacía de significado de tanto usarlo (Cfr. Contreras, 1999:11).
sobre investigaciones
Junto a otros co-investigadores he realizado varias investigaciones sobre historias de vida de los buenos profesores. Eso significa que son varias decenas de profesores y profesoras que nos han abierto las puertas de su intimidad para contarnos sus vidas. Una de las categorías de análisis es la siguiente:
Autoconfianza
Una de las categorías de análisis emanadas de las Historias de Vida de los buenos profesores es la autoconfianza, aspecto no menor si consideramos las veces que se inhiben las posibilidades de una buena enseñanza porque los profesores no se atreven a tomar decisiones, innovar o flexibilizar el currículo aun cuando las circunstancias se lo permitan. El temor a equivocarse, a las preguntas de los alumnos y a no saber responder de manera adecuada les aferra a las prescripciones del libro de texto, a lo que otros dicen y a las planificaciones utilizadas por años. Su conocimiento es débil y generalmente parcelado por el temor de soltar el mapa y perderse en el territorio, razón por la cual las innovaciones son escasas o nulas y, en caso de haberlas, son artificiales y cosméticas; por lo tanto, pierden fuerza, divergencia, riqueza y flexibilidad.
La poca o nula confianza en uno mismo se vierte en los demás para esconder las propias debilidades y carencias, en virtud de lo cual, terminan desconfiando de todos. La falta de confianza de los profesores, generalmente viene aparejada con la falta de esperanza, que los hace conformarse con la rutina y cerrar las posibilidades de búsqueda de alternativas, nuevos conocimientos y exploración activa de diferentes situaciones de aprendizaje.
Sin embargo, no siempre la poca confianza va emparejada con ineptitud, rechazo o desinterés, sino con el miedo a tomar decisiones que contradigan a la autoridad y con el sentimiento de incompetencia, probablemente reforzado en los años escolares. Es notoria la diferencia entre los profesores que confían en sus conocimientos y capacidades con aquellos que se sienten inferiores ante la responsabilidad de la enseñanza. Los primeros se atreven a intervenir para remover y flexibilizar la rigidez del sistema escolar, mientras los segundos buscan el seguro refugio de la acomodación.
La autoconfianza de los profesores se retroalimenta por las experiencias de éxito que tienen con sus alumnos y por las proyecciones de su trabajo que no pasa inadvertido para los demás. Las experiencias de éxito refuerzan el sentimiento de ser competente y de sentirse capaz de emprender acciones, lo que refuerza la consciencia de sus propias limitaciones, debilidades y fortalezas, al tiempo que aumenta la confianza en que se sabrá manejar las condiciones para que cada vez sean más seguras.
La autoconfianza no es una casualidad, sino parte de un proceso de aprendizaje. La trayectoria vital de los buenos profesores muestra acontecimientos que se han encadenado sinérgicamente para reforzar la confianza en si mismos y la valentía de no desalentarse en casos de adversidad, como las experiencias en las que se han sentido seguros. Eso les da una estabilidad personal que desemboca en bienestar y satisfacción por su trabajo.
“yo quiero tener o intento tener una actitud positiva de verdad, yo lo que no estoy dispuesto es a que la clase pueda conmigo, por decirlo de alguna manera, no me quiero dejar vencer por la clase, es decir, es un trabajo que tengo que hacer, es un trabajo que además yo he elegido, es un trabajo que me gusta realizar, entonces, lo que no quiero es que cualquier circunstancia que ocurra, con mis alumnos, con los padres, con mis compañeros, me venza, pueda conmigo, y me haga cambiar la manera de pensar el hecho educativo que yo tengo ahora” (Alonso).
Los buenos profesores
Vivimos en una sociedad que ha despolitizado lo cotidiano con la consecuente menor implicación en las tareas, en virtud de lo cual la profesionalidad docente pasa a ser una artificialidad y nadie asume la responsabilidad que conlleva el rol que desempeñan los profesores. Por ejemplo, en muchas escuelas se fracciona el conocimiento y se enseña y se aprende sin creatividad ni encantamiento. Peor aún, se simula enseñar y se simula aprender a pesar de las reformas. En consecuencia, nos parece un deber profesional, ético y político buscar líneas de acción orientadas a redefinir el compromiso docente. Podemos comenzar por conocer quiénes son los buenos profesores, qué hacen y cómo lo hacen.